Jueves, 25 de Abril de 2024 - de ,

  

Mensaje de Esperanza y Fe

“Consolad, consolad a Mi pueblo dice Dios Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras de ti tus puertas, escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación” Isaías 40:126:20

Queridos hermanos y hermanas, desde hace más de 110 días estamos viviendo tiempos y circunstancias que ponen a prueba nuestra capacidad y condición humana en todo aspecto.
Muy cierto, no estábamos preparados ni en el más remoto imaginario que tendríamos que enfrentar tal desafío, una prueba de vida literalmente.

Debemos reconocer que tampoco nosotros estábamos preparados para hacer frente a tanto dolor, angustia, miedo, pérdida de vidas humanas, sufrimientos…pero eso mismo nos ha obligado a reforzar empeñosamente nuestra fe y nuestra esperanza.

Nos hemos visto obligados, en esta circunstancia, a trasladar la tan importante interrelación personal a practicar obligatoriamente el “distanciamiento físico” pasando a la virtualidad. Por ello es esencial destacar y resaltar que lo único que ha sucedido, en medio de esta trágica y dramática pandemia – que nos envuelve a todos del mismo modo y con los mismos peligros- es haber trasladado esa relación a preservar y nutrir nuestra conexión.

Efectivamente, este es tiempo de permanecer conectados por todos los medios posibles, disponibles y viables. No podemos, no queremos, ni debemos, quedarnos en la sensación de “invisibilidad” u “orfandad y abandono”.

Este es tiempo de quedarnos en casa hasta que pase la dolorosa pandemia.

Pero al mismo tiempo es vital unirnos como una sola y única gran familia, en todo el esplendor de la diversidad que compone el arcoíris de nuestra sociedad. Necesitamos que todos-, sin excepción-, desde los poderes públicos hasta los indigentes todos los hombres y mujeres de buena voluntad nos unamos y nos pensemos con fe y esperanza en el proyecto del Chile que anhelamos, soñamos, y merecemos para nosotros, por los que sentaron las raíces de nuestro país y- sobre todo- por y para las próximas generaciones.

Así como necesitamos urgentemente asumir este “pacto de fe y esperanza” entre nosotros, invocamos la preservación de nuestro pacto con Dios. Hermanos y hermanas: ninguno está solo, Dios está con cada uno, con quien hoy pasa angustias, con los enfermos, con los que arriesgan sus vidas para atender, cuidar y acompañar a nuestros enfermos, con los familiares angustiados, con las almas de aquellos que han partido a su eterno descanso, con los deudos, con los abuelos y los nietos, “con nuestros jóvenes y nuestros ancianos” (Éxodo 10:9).

Probablemente nos sentimos deambulando por el desierto mientras se conjugan los temores la incertidumbre y la desesperanza. Reciban justamente ahora queridos hermanos y hermanas, este fraterno mensaje que pretende dejar una resonante afirmación: NO estamos ni estás solo, y tampoco perdurará la “oscuridad”, volverá a amanecer como sucede cada mañana y necesitamos unirnos trabajando con fe, amor, esperanza, fraternidad y empatía, para poder resurgir a la altura de honrar nuestra sociedad con Dios: de vivir, compartir, celebrar y santificar un mundo mejor, más noble con más humanidad, más justo.

Recordemos que -según el relato de la Creación- primero fue la oscuridad y de ella surgió la luz. Nosotros somos poseedores de una chispa de la Luz Divina de Dios, dejémosla emerger, fluir, brillar, sumándola con la de cada habitante de nuestro noble país para iluminar hasta su último rincón.

Estamos con cada habitante de nuestro país, con cada miembro ce nuestra sociedad, caminamos, lloramos, reímos, sufrimos, santificamos, celebramos y anhelamos junto y tal como cada uno. Abracemos nuestra humanidad, nuestra fraternal diversidad, seamos capaces de atrevernos a ceder cada uno un poco de sí mismo para así dejar lugar para percibir que Dios está presente y que al “alzar nuestras miradas hacia los montes percibiremos que nuestra ayuda vendrá con la señal de Dios” (Inspirado en el Salmo 121).

Sí, muy cierto, son tiempos y pruebas muy difíciles, pero no imposibles si es que aceptamos y nos proponemos caminar y enfrentarlas juntos aceptando que nadie por sí mismo tiene la total respuesta y solución pero que juntos- sin duda alguna- podemos ser más y mejores seres humanos y promover la realización de mejores cosas.

Rabino Alejandro Bloch
Rabino Samuel Szteinhendler
Rabino Daniel Zang
Mons. Celestino Aos
Mons. Cristián Roncagliolo
Mons. Alberto Lorenzelli
Mons. Julio Larrondo

 

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