Jueves, 28 de Marzo de 2024 - de ,

  

Con la Tora en una mano y el periodico en la otra

Parasha Vaetjanan (Deuteronomio 3:23 – 7:11). Corregir con amor
"Tú tienes mucho, no me pidas más" (Deuteronomio 3:26)


Cuesta no identificarse con Moisés cuando hace su última petición a Dios, de dejarlo entrar a la Tierra Prometida; pero, la respuesta negativa de Dios, aunque es muy clara, igual muestra Su esencia al mismo tiempo justa y compasiva. Porque Dios, sin anular el castigo, conduce el alma de Moisés a los sentimientos positivos del agradecimiento y la alegría por lo mucho que ha recibido de Él. Nada de recordar las faltas ni humillar al culpable, se trataba de elevar a Moisés hacia el mundo espiritual que necesitaba, a horas de dejar este mundo.

Y esa faceta del diálogo entre Dios y Moisés, de elevarlo por sobre sus culpas invitándolo a la dignidad de aceptar la voluntad divina, recordándole las muchas bendiciones que ya ha recibido producto de su larga vida y el favor de Dios, es hasta el día de hoy un rasgo definitorio de nuestra vida religiosa y espiritual.

Pero, cuántas veces olvidamos, y tan fácilmente, la enseñanza de corregir con amor, a nuestros hijos e hijas, a nuestras alumnas y alumnos, o a quien nos acompaña en la sinagoga en nuestros servicios y que tropieza con los rituales porque hace poca vida comunitaria. Muchas veces, las frustraciones y rabias que tenemos contenidas y controladas por códigos sociales, aprovechan el más mínimo error del prójimo para salir como un torrente destructivo que arrasa con nuestra humanidad, y la dignidad de quienes nos rodean.

Si tenemos que corregir a alguien por sus errores, no podemos olvidar la compasión y el respeto, porque lo que importa no es el castigo en sí, sino que es ayudar al prójimo a superarse y a levantarse del error.

En las bellas palabras del poema La Marioneta, de Jhonny Welch: “He aprendido que un hombre únicamente tiene derecho de mirar a otro hombre hacia abajo, cuando ha de ayudarlo a levantarse.”

Najshon ben Abraham

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